Etiología de la delincuencia sexual
Etiología de la delincuencia sexual
Durante las décadas pasadas se ha intentado comprender la etiología de la agresión sexual. ¿Por qué algunas personas, y particularmente algunos hombres, encuentran tolerable y satisfactorio el hecho de abusar de otras personas o agredirlas sexualmente? ¿Porqué no consiguen controlar e inhibir tales conductas de abuso o agresión, como logran hacer la mayoría de las personas?
Respecto a esto, se ha documentado que determinadas vivencias sexuales traumáticas en la infancia o la adolescencia pueden contribuir a una futura involucración de los individuos en conductas de abuso o agresión sexual ¡Ojo! esto no quiere decir que las víctimas de abusos sexuales en la infancia tiendan, posteriormente, a llevar conductas sexuales delictivas, pero sí que muchos de los delincuentes sexuales reconocen haber sufrido abuso sexual durante su infancia.
Aquellos hombres que en la infancia o la adolescencia han sufrido experiencias traumáticas de abandono familiar, rechazo afectivo o abuso sexual podrían mostrar déficits severos en autoestima, capacidad de comunicación y habilidades de relación interpersonal. En este sentido, también se ha puesto de relieve que aquellos estilos parentales negligentes que comportan graves déficits en el cuidado de los hijos, incongruencia educativa y rechazo o desvinculación emocional, pueden incrementar la vulnerabilidad de los adolescentes para adquirir repertorios sexuales desviados y antisociales. Más concretamente, a partir de estas graves carencias afectivas y relaciones, se hace más probable que los jóvenes experimenten una hipersexualización de su emocionalidad y conducta (inicialmente a través de fantasías sexuales desviadas y masturbación), como un mecanismo general de compensación y de afrontamiento de sus problemas de relación con otras personas y de su aislamiento social.
Varios estudios han evidenciado que los problemas de comunicación y el aislamiento social son, en efecto, características distintivas de muchos abusadores sexuales en mayor grado que de otros delincuentes. Estos déficits afectivos y de comunicación podrían a su vez hacer a estos jóvenes más lábiles para adquirir repertorios conductuales de abuso o agresión sexual.
Se constata que muchos delincuentes sexuales, aunque no todos, habrían tenido experiencias sexuales más amplias,variadas, atípicas y traumáticas que la generalidad de los menores de su misma edad (y también que otros delincuentes no sexuales), incluyendo a menudo la utilización de pornografía con imágenes violentas o la pornografía infantil. Tales vivencias podrían tanto alentar un interés sexual desviado hacia los menores o hacia el sexo violento, como dificultar la adquisición de las inhibiciones necesarias para evitar conductas sexuales ilícitas.
Además, los delincuentes sexuales adultos a menudo muestran numerosas “distorsiones cognitivas”, o creencias y actitudes erróneas, tanto acerca de sus posibles víctimas como justificadoras del uso de la fuerza y la violencia en las interacciones sociales. Suele interpretarse que dichas distorsiones cognitivas sesgan la percepción que los agresores sexuales tienen de la conducta e intenciones de sus víctimas, así como de sus necesidades y emociones. En general, de acuerdo con la experiencia clínica en este campo, muchas distorsiones cognitivas de los agresores sexuales serían esencialmente pensamientos automáticos sobre las víctimas que preceden al delito (por ejemplo, “tal como va vestida,quiere. . .”, “si este niño se sienta en mis rodillas, es que. . .”). Sin embargo, algunas distorsiones cognitivas podrían tener un cariz más profundo y corresponder a esquemas centrales del pensamiento de los agresores (por ejemplo, devaluaciones globales de la figura femenina, creencias radicales sobre la justificación del uso de la fuerza o de la violencia para imponer los propios deseos,percepción de los ni ̃nos como posibles parejas sexuales, etc.).
Esta amplitud y heterogeneidad del constructo distorsiones cognitivas también suscita la duda de si se trata de factores antecedentes implicados en el propio origen de la conducta criminal o más bien de meras justificaciones post hoc del delito.
Por otro lado, se considera como factor etiológico la falta de empatía. Con carácter general, se ha interpretado que los delincuentes sexuales presentan déficits empáticos favorecedores de sus delitos; es decir, dificultades para ponerse en el lugar de otras personas (especialmente de las víctimas) e imaginar qué desean, o más bien no desean, y qué consecuencias negativas podrían derivarse para las víctimas como resultado de la conducta de agresión sexual. No obstante, algún estudio de revisión reciente no ha obtenido una evidencia clara sobre la relación entre falta de empatía y delincuencia sexual.
Por último, en comparación con otros delincuentes violentos, que suelen presentar más problemáticas externalizantes (es decir, conductas de violencia física o verbal, comportamientos desafiantes, hiperactividad, problemas antisociales, etc.), los agresores sexuales muestran en mayor grado problemas internalizantes (incluyendo ansiedad social, sentimientos de soledad, tristeza, fantasías sexuales desviadas, etc.). Por ello, muchos agresores sexuales, sobre todo de menores, presentan una menor “tendencia antisocial” y menores problemas de conducta que los delincuentes violentos no sexuales.
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