Experimento de la obediencia a la autoridad de Milgram
Experimento de la obediencia a la autoridad de Milgram
El psicólogo Stanley Milgram (Universidad de Yale) quería entender mejor por qué tanta gente participó en actos tan crueles ocurridos durante el Holocausto. Él teorizó que las personas generalmente obedecen a figuras de autoridad, lo que planteaba las preguntas: “¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto sólo cumplieran órdenes? O, ¿podríamos considerarlos a todos cómplices?”. En 1961, comenzaron a realizarse experimentos de obediencia.
Milgram llevó a cabo una serie de experimentos cuya finalidad era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad, incluso cuando estas órdenes pudieran ocasionar un conflicto con su sistema de valores y su conciencia. Para ello, reclutó a un total de 40 participantes por correo y por anuncio en el periódico en el cual se les invitaba a formar parte de un experimento sobre “memoria y el aprendizaje”, y que por el simple hecho de participar se les pagaría una cifra de dinero independientemente de sus resultados.
Para el experimento hacían falta tres personas: el investigador (que vestía una bata blanca como figura de autoridad) el maestro y el alumno. A los participantes voluntarios siempre se les asignaba mediante un falso sorteo el papel de maestro, mientras que el papel del alumno siempre sería asignado a un cómplice de Milgram. El investigador y el maestro (participante) se encontraban en una misma sala, mientras que el alumno se encontraba en una sala contigua atado a una silla para “evitar movimientos involuntarios”.
El participante o maestro fue instruido para enseñar pares de palabras al alumno (cómplice de Milgram) y de que, en caso de que cometiera algún error, el alumno debía ser castigado aplicándole una descarga eléctrica, que sería 15 voltios más potente tras cada error. Evidentemente, el alumno nunca recibió descargas. Sin embargo, para dotar de realismo la situación de cara al participante, tras pulsar el interruptor, se activaba un audio grabado anteriormente con lamentos y gritos.
En el caso de que el maestro, es decir, el participante, se negase o llamase al investigador, éste respondía con una respuesta predefinida y un tanto persuasiva: “continúe por favor”, “siga por favor”, “usted no tiene otra opción, debe continuar”. Y en caso de que el sujeto preguntara quién era responsable si algo le pasaba al alumno, el experimentador se limitaba a contestar que él era el responsable.
Durante la mayor parte del experimento, muchos sujetos mostraron signos de tensión y angustia cuando escuchaban los alaridos en la habitación contigua que, aparentemente, eran provocados por las descargas eléctricas. No obstante, todos los sujetos obedecieron hasta los 300 voltios, y 25 de los 40 sujetos siguieron aplicando descargas hasta el nivel máximo de 450 voltios. Esto quiere decir que el 65% de los sujetos llegó hasta el final, inclusive cuando en algunas grabaciones el sujeto se quejaba de tener problemas cardíacos. El experimento concluyó por el experimentador tras tres descargas de 450 voltios.
De haber existido las supuestas descargas, la mayoría de sujetos hubieran matado al “alumno”. Al revelarse este hecho a los participantes después de que el estudio concluyera, muchos quedaron dañados psicológicamente. Actualmente no podría llevarse a cabo por esa razón ética.
Las conclusiones del experimento a las que llegó Milgram pueden resumirse en las siguientes:
- Cuando el sujeto obedece los dictados de la autoridad, su conciencia deja de funcionar y se produce una abdicación de la responsabilidad.
- Los sujetos son más obedientes cuanto menos han contactado con la víctima y cuanto más lejos se hallan físicamente de ésta.
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